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domingo, 20 de octubre de 2013

Fascículo 3: Conflicto.



-No es culpa mía que Stahl sea una imbécil reprimida.- Se defendió mientras cerraba la taquilla. Era lunes, el primer día de clase después de esa fiesta en la playa que se había celebrado el viernes por la noche. Vulcan no sabía qué esperarse. No sólo había insultado a Stahl delante de todos sus amiguitos, sino que los había llamado falsos. 

Obviamente, el Gossip Bitch se había hecho eco de la noticia, y nada más poner los pies en el instituto había empezado a notar las miraditas y los cuchicheos. Bah, le daba igual, no iba a preocuparse por lo que dijera de él una panda de imbéciles. Pero sí Jazz. Había aparecido delante suya mientras sacaba los libros de la taquilla y se había dedicado a preguntarle que a qué había venido eso (y bueno, a advertirle de las consecuencias).

-Puede que sea una imbécil reprimida, Vulcan, pero…- se miró las uñas, con las cejas levantadas y una sonrisita socarrona-… ese bofetón no acabó con el problema. Las cosas no han hecho más que empezar.- Vulcan lo miró con los ojos entrecerrados.- Si tú mismo reconoces que es una imbécil reprimida, ¿qué hacías besándote con ella?- Casi que se podía notar cómo Vulcan le recriminaba a Jazz. Un poco solo, eh. Jazz se rió y se encogió de hombros.- No es fea.- Como si eso lo explicara todo. 
 
Puso los ojos en blanco y  se caló el gorro hasta las cejas, prácticamente.- Que haga lo que le dé la gana.- Jazz se encogió de hombros de nuevo, como si supiera algún secreto que no le había contado.- Yo te he avisado.- Dejà vú. Jazz siempre aparecía, le soltaba esas pullitas y se largaba en una nube de humo. Y luego se lo encontraba metiéndole mano a Stahl en la cafetería, como si no hubiera pasado nada. 

En la entrada de clase de Geografía se encontró con Electra, que parecía estar esperándole, nerviosa.- ¿T-te han dicho algo?- Parecía preocupada. Hasta Electra, con lo inocente que era, sabía que la había cagado. Y eso ya era decir. Vulcan le sonrió, quitándole importancia al tema.- Me han dicho que el gorro me hace cara de pervertido. Lo de siempre. ¿Entramos a clase?- Y sin esperar respuesta, la arrastró hasta dentro del aula.

Nada más entrar en el aula vio a Morgana en su sitio, al lado de Mordred. Frunció el ceño y buscó algún sitio libre. El de Morgana y el que solía estar vacío a su lado… justo al lado del pupitre de Sylvia y la delgaducha… ¿Weyson? Bah.

Hunter hembra le dirigió una sonrisita y le señaló los únicos huecos libres en toda la clase. Lo había hecho aposta. Había ido a joder. Ya iba a lanzarse sobre ella y tirarla de la silla con un golpe ninja-vulcano cuando recordó sus palabras en la cafetería, y luego la advertencia de Stahl. Tragó saliva, cogió a Electra de la mano y la llevó al sitio que le había reservado Morgana. Seguramente estaría detrás, comiendo palomitas y decapitando ratas para algún maleficio.

La clase se quedó en silencio, y en cuanto se sentó notó cómo la espalda de Sylvia se tensaba, como si estuviera pegada a un palo. Notó una mirada que podía fundir piedras pegada a su sien, y cuando giró la cabeza se sorprendió al ver que no era Stahl, que intentaba pasar de él por todos los medios posibles, sino su compañera. Bufó y miró hacia delante.
 
***

No. No, no, no. No. No. NO. Supo que Vulcan acababa de entrar en cuanto todos sus compañeros se callaron. Bueno, y el codazo de Natalie también ayudó. Se mordió el interior de la mejilla e intentó mirar hacia otra parte, pero escuchó un ruido a su derecha. No había sido capaz. No había sido capaz. No habSí, había sido capaz. Estaba sentado a su lado. A medio metro de distancia. Tan cerca que podía levantar el brazo y arrearle un puñetazo (cosa que la tentó). Natalie empezó a soltar pestes entre susurros, y Sylvia sólo podía desear que se la tragase la tierra.
 
A la hora de comer, las animadoras le mostraron su apoyo y se pusieron de acuerdo en que, si había que tomar represalias, colaborarían encantadas. Total, si un friki se había alzado ¡se podían alzar todos! ¡Y LA PIRÁMIDE SOCIAL NO SE PODÍA DESMORONAR!. Sylvia no respondió y apenas habló en todo el día. Se había pasado el fin de semana peleándose con su hermana y con sus padres y con ataques de furia poco contenida que habían acabado con cinco lámparas rotas y parte del vestuario de su hermana volando por la ventana. 

De camino a la siguiente clase, Natalie la cogió del brazo y se la llevó al aseo. Vigiló que no hubiera nadie en ninguno de los cubículos y atrancó la puerta con una silla. Sylvia ya se temía lo que iba a pasar, así que se apoyó en uno de los lavamanos y se quedó esperando. No había tenido tiempo de pensar en nada de lo que había pasado en todo el fin de semana, así que cuando Natalie decidió autoencerrarse en el aseo, se acordó de todo de pronto. El beso, Nat pidiendo perdón, ella diciendo que no pasaba nada. Ay madre.

Nat se le acercó, ligeramente ruborizada y sin poder levantar la mirada.- Oye Sylvia, yo t-te quería hablar de…- Sylvia negó con la cabeza y la interrumpió.- No pasa nada. Lo comprendo.- Natalie abrió los ojos como platos y la miró, boquiabierta.- ¿De verdad?- Sylv asintió y tragó saliva. Nat se acercó un poco más, le apartó un mechón de pelo de la cara y se lo colocó detrás de la oreja. Sylvia estuvo a punto de apartarse, pero la dejó.- E-entonces… ¿no te molestó?- A ver. Molestar… lo que se dice molestar… se encogió de hombros.- No, no pasa nada, Nat. Somos amigas.- Cuando levantó la mirada, tenía a Nat tan cerca que podía  acariciar uno de sus pómulos con la punta de su nariz. Respiró hondo.

Wixson se mordió el labio, mientras dirigía miradas intermitentes a los ojos y la boca de Sylvia. Tragó saliva y se le acercó un poco más, hasta que su aliento le rozó los labios.- Sí, somos amigas.- Vale, decisión rápida. Stahl, aligera. Su mente estaba embotada y no era capaz de decidir si sí, si no, si apartarse, si qué. Dejó que Natalie se le acercara, hasta que sus cuerpos se apretaron el uno contra el otro. No, no, no, no, estaba mal, estaba fatal. Estaba terriblemente mal.

Pero se quedó parada y cerró los ojos. Acercó sus labios peligrosamente a los de Natalie. Hubo un roce, seguido por la fusión de sus alientos, las bocas se empezaron a acariciar y…- EH, ¿QUIÉN HA ATRANCADO LA PUERTA?

Se separaron como si les hubieran propinado una descarga eléctrica y se miraron, alertadas. Una parte de Sylvia dio gracias a todos los dioses posibles, mientras que una pequeña (que más tarde se negó a reconocer) maldijo la intromisión. Natalie tragó saliva y pareció serenarse.- Hay que hacer algo con lo de Vulcan, ¿no?

Sylvia le sonrió, contenta de haber cambiado de tema. Sabes. O sea. ROLLO BOLLO CACA. ROLLO BOLLO MALO. EL ROLLO BOLLO QUE SE QUEDARA EN THE L WORD. Ladeó la cabeza, mientras miraba la puerta, que se sacudía por los golpes y se cruzó de brazos.- Tengo una idea.
***

Al día siguiente, Electra llegó a su taquilla corriendo, con una sonrisota en la boca y un sobre azul en la mano. Casi se come a un par de personas por el camino, pero consiguió llegar hasta Vulcan de una pieza, al que saludó con un beso en los labios. Los dos se pusieron rojos. Como siempre. 

-¡Adivina!- Gritó Electra, entusiasmada. Vulcan miró el sobre que llevaba en las manos, con un mal presentimiento.- Qué.- Preguntó sin apartar la mirada de esa cosa azul que seguro que era algo horrible. Olía a Channel nº5. Oh dios, una carta perfumada, ¿acaso Electra tendría un pretendiente secreto y algo gay? TELLERIA. Estuvo a punto de salir corriendo por el pasillo graznando el nombre de Unai hasta encontrarlo, pero Electra eliminó esos pensamientos de un plumazo.- ¡Me han invitado a una fiesta de pijamas!

Qué. Eing. Oh dios. ¿Las fiestas de pijamas no eran esas en las que las tías se medían las tetas y practicaban besos para cuandoVULCAN PARA DE PENSAR EN ESO.- ¿Quién te ha invitado a esa cosa?- No la dejó responder. Aprovechó su altura sobrehumana y le arrebató el sobre. Lo mantuvo en alto para que Electra no consiguiera alcanzarlo y sacó un papelito blanco ribeteado en flores de colorinchis. Arrugó la nariz ante la cursilería. Empezó a leer la carta, moviendo las labios y profundamente concentrado, ignorando a Electra, que daba saltitos intentando coger la carta otra vez.

-¿QUE NATALIE WIXSON TE HA INVITADO A UNA FIESTA DE PIJAMAS EN SU CASA? No vas.- Hizo amago de romper la carta, pero Electra dio un salto y se la arrebató de las manos.- ¿Q-qué d-d-dices? ¡Es mi oportunidad para hacer amigas! ¡No conozco a nadie! ¡Y se han tomado la molestia de invitarme! Seguro que son simpáticas y sólo quieren que nos conozcamos mejor…- Vulcan bufó y empezó a hacer aspavientos exagerados con las manos.- Sí, ya, claro, y también querrán tomar el té en una casita de caramelo e invitarte a ir al País de las Maravillas y… Electra, no lo entiendes, son MALVADAS. Y no malvadas de que te ponen la zancadilla en el pasillo (que también), sino malvadas de que te echan cicuta en el zumo del desayuno. 

Electra puso morritos.- P-pero antes s-se ha acercado Natalie y ha sido muy maja conmigo. Me ha peinado el pelo y hemos estado hablando. Le he preguntado por Sylvia y me ha dicho que no estaba cabreada conmigo, que pensaba que era m-muy simpática y quería ser mi amiga…- Empezó a ruborizarse y se miró las puntas de los pies. Vulcan se la quedó mirando, pensativo. Parecía muy ilusionada con todo ese tema.-… Si tienes algún problema, LO QUE SEA mientras estés ahí, quiero que me avises. De inmediato. Sea la hora que sea. Y le arrancaré la piel a Stahl y me haré unos botines.

Electra dio un gritito de alegría y lo abrazó.
***

Llegó el fin de semana de la fiesta de pijamas. Sylvia había ido por la mañana a casa de Natalie a organizarlo todo. Al fin y al cabo, las invitaciones habían sido cosa suya, también lo de mandar a Natalie al aseo para convencer a Electra de que asistiera. 

La casa de Natalie era un caserón gigante, justo al lado del Club de Campo, una de las zonas más privilegiadas y exclusivas de la ciudad. Habían invitado a casi todo el equipo de animadoras. Sylvia se había encargado de escribir especialmente la invitación de Aliche, a sabiendas de que su primo le tenía una tirria especial a Podmore desde que la tuvo de compañera de pupitre un día. Los Telleria eran así de especiales. 

Aparte de las animadoras habían invitado a cinco o seis chicas ricas que se movían por sus círculos, aunque no fueran de la mega-élite del instituto. No era culpa suya tener una coordinación de mierda (o simplemente no tener el carisma necesario para ingresar en el equipo). 

Así que, después de todo el día arreglando la casa de Natalie (sus padres se habían ido a otra casa que tenían, súper contento de que su hija fuera tan popular), estaba todo arreglado para la noche.

~

-TÍAS TÍAS TÍAS TÍAS.- Todas estaban en el súper salón de Natalie, tiradas en círculo sobre unos sacos de dormir de colores diferentes y súper monos de la muerte que la anfitriona había comprado para la ocasión. No había mucha comida que se diga (ya sabéis, comer no iba con ellas, ¡uh, carbohidratos!), pero el alcohol corría generosamente, y ya iban todas tocadillas (incluida Electra, a la que Sylvia había obligado a beber en profundidad con falsas sonrisas). En ese momento, Alex acababa de abrir la boca. A ver qué perlita soltaba.- TÍAS. Creo que he encontrado a mi hombre perfecto.

Todas la miraron con atención, esperando a ver qué chico del equipo de fútbol decía esta vez. Pausa dramática. Levantó la mano.- Quiero un Christian Grey en mi vida.- Risas.- OYE QUE ES VERDAD. ESE MACHO TE COJE Y TE DEJA QUE NO SABES SI ESTÁS VIVA O MUERTA.- Todas rieron, excepto Electra, que no parecía saber muy bien de qué estaban hablando. Sylvia, que estaba a su lado, le dio un pequeño empujón.- ¿Qué pasa Electra? ¿No te has leído 50 Sombras de Grey?- Preguntó en un tono de voz lo suficientemente alto como para que el resto la escuchara. Sofocaron un poco las risas.

Electra se sonrojó y bajó la cabeza.- N-no…- Sylvia fingió estar indignada.- PERO SI ES LA MEJOR SAGA DE TODA LA HISTORIA. Después de Crepúsculo, por supuesto.- Se oyeron respuestas afirmativas y un par de “AMÉN”, que resonaron por toda la casa. Qué inteligencia. Qué sabiduría. Qué cultura. Las empollonas por excelencia.

~

A eso de la medianoche, mientras las chicas hablaban y hacían las tontas, Natalie y Sylvia se escaparon silenciosamente a la habitación de sus padres. Nat había conseguido hierba (LJ, obviamente) y no quería compartirla con las demás.

Estaban las dos tumbadas en la cama, pasándose el canuto tranquilamente y mirando al techo de la habitación de sus padres.-… Entonces…- Sylvia giró la cabeza y miró a Natalie-… ¿alguna vez lo has hecho con una tía?- No preguntéis a qué venía. Los porros estaban haciendo su trabajo, y no es que fueran muy sobrias precisamente. Natalie negó con la cabeza y se la quedó mirando.- ¿Por qué? ¿Quieres probar? Jijí.

No dijo nada. Le dio una profunda calada al porro y, sin mediar palabra, se colocó encima de Natalie, con su cuerpo entre las piernas. Se inclinó hacia su cara y dejó que el humo acariciase su boca. Wixson levantó un poco más la cabeza y lo absorbió. Tras unos instantes, sus labios se rozaron y el humo dejó de ser lo más importante. 
 
Natalie se levantó un poco más y el roce se trasladó a una caricia y luego a un beso. Sylvia rodeó su cintura con el brazo, atrayéndola hacia sí, y le devolvió el morreo. Porque sí. Porque le daba la gana. Porque estaba borracha y fumada y herida en su orgullo. Y porque le apetecía. Y porque lo tenía demasiado a huevo.

Natalie no se hizo de rogar ni lo más mínimo. Sumergió su mano en el pelo de Sylvia y se sentó en la cama, con su cuerpo entre las piernas de la rubia, y dirigió la otra mano a uno de sus muslos. La cosa fue subiendo de tono. Las manos de Sylvia viajaban por todo el cuerpo de Natalie y sus labios ya habían explorado demasiado esa boca y ese cuello. Decidieron pasar a mayores.

Tras un mordisco, Natalie le levantó los brazos a Sylvia y le empezó a quitar la camiseta del pijama, dejándola con un sujetador blanco. Estaba luchando con el broche que lo cerraba y Sylvia ya estaba a punto de meter una de sus juguetonas manos por debajo del pantalón de Natalie cuando un estruendo en la parte de abajo las alertó.

Se quedaron paradas.- Son ellos.- Dijo Sylvia, alertada. Se levantó de un bote y se puso la camiseta.- ¡Vamos!- Le gritó a Natalie, que se había quedado mirándola, como sin saber muy bien de qué hablaba. Tras unos segundos pareció despertar.- ¡Mierda, el plan!- Siguió a Sylvia, que ya salía de la habitación, con mal humor. Le habían cortado en lo mejor. 

Cuando bajaron a la planta de abajo, donde estaban todas, eso parecía un campo de batalla. Las chicas estaban escondidas tras los sofás y los chicos del equipo de fútbol habían entrado por las ventanas con globos de agua y pistolas llena de pintura. Las chicas se medio reían, medio gritaban, obviamente no estaban lo suficientemente sobrias como para preocuparse por su pelo.

Sylvia observó gustosa cómo Reid Edinger perseguía a Podmore, dándole con pintura roja en la espalda, mientras Electra se reía y salía corriendo. Bajaron al salón para poder ser pintadas y corriendo y gritaron como las demás. Desde luego la casa de Nat iba a quedar hecha unos zorros después de todo aquello.

Tras media hora, los chicos consiguieron ser reducidos a base de kétchup y mostaza y desterrados de la casa. Sylvia le lanzó a Natalie una mirada significativa y ella carraspeó.- Bueno, tengo una sauna donde podemos cambiarnos todas.- Las animadoras se miraron entre sí, con una sonrisita que Electra no acabó de entender, pero bah.

Cuando llegaron a la sauna, todas empezaron a remolonear, a mirar una cosa y otra. Había duchas, como si fuera un vestuario gigante, pero también una zona de sauna y un jacuzzi. Parecía un mini balneario. Sylvia vigilaba a Electra por el rabillo del ojo y, cuando se desnudó completamente, gritó un potente “AHORA”.

Dos de las animadoras la cogieron por los brazos con fuerza. Electra las miraba a todas sin saber muy bien qué pasaba, por qué de repente todas se habían girado a mirarla. Natalie cogió el pijama de Podmore y se fue al salón a buscar el resto de sus cosas. Desde fuera, Sylvia oyó la voz de Yago.- EH, STAHL, ESTO YA ESTÁ.

Con una sonrisita satisfecha, Sylvia abrió la puerta del mini balneario y se encaminó hacia la puerta principal, con el resto de animadoras. Electra pataleaba y gritaba, sin saber por qué se habían llevado su ropa, por qué la arrastraban hasta la puerta principal, por qué todas se habían puesto en su contra de repente. 

En la puerta principal la esperaba Sylvia, apoyada en el marco con los brazos cruzados y las cejas levantadas.- Echadla.- Electra intentó resistirse, pero las animadoras eran más y más fuertes. La hicieron cruzar el umbral de la puerta y la lanzaron fuera, haciéndole caer contra el asfalto. Cerraron rápidamente la puerta para que no pudiera entrar. Oyeron los golpes de Electra, y su voz suplicando que la dejaran entrar, que no tenía ropa y hacía frío.

-¡Subamos al piso de arriba, no me quiero perder el espectáculo!- Sylvia corrió hacia las escaleras y llegó al cuarto de Natalie, ya que la ventana daba a la calle. Allí la esperaba Nat, con las cosas de Electra en las manos y un cubo lleno de globos de agua y pintura en el suelo. 

Se apelotonaron todas contra la ventana y miraron hacia abajo. Justo en el espacio de jardín que había debajo de la ventana de Natalie, había un gran charco de barro, que Yago seguía mojando.

Electra miró hacia arriba y las vio.- ¿POR QUÉ HACÉIS ESTO?- Gritó, con lágrimas en los ojos y tapándose como buenamente podía. Sylvia cogió las cosas de Electra de los brazos de Natalie y empezó a tirarlas al barro. Yago se encargó de empezar a darles con un palo para que se rebozaran de lodo y tierra mojada.- Porque podemos.- Sentenció, mientras seguía lanzando cosas por la ventana.

Electra las miraba de hito en hito, primero a ellas, luego a sus cosas, manchadas y asquerosas.- ¡Venga, Podmore, cógelas! ¡Son tus cosas! Ponte tu asquerosa ropa y revuélcate en el barro.- Sylvia se encogió de hombros.- Es lo que te mereces, al fin y al cabo.- Electra fue corriendo hacia la improvisada zanja, llorando, e intentó coger sus pantalones. Al acto empezaron a lloverle globos de agua y pintura desde arriba.- VENGA, ELECTRA, PONTE TU ASQUEROSA ROPA.- Un globo le impactó en el pelo.- NO TENEMOS TODA LA NOCHE.

La pooooooooobre Electra lloraba mientras se ponía los pantalones llenos de barro. Era eso o irse desnuda a su casa. Iba a coger una camiseta cuando se oyó un grito.- ¡Stahl!- Reid apareció por un lateral de la casa, como si hubiera visto todo el espectáculo.- ¿¡Se puede saber qué coño estás haciendo!?- Corrió hacia Electra y se metió en el barro con ella. Cogió su camiseta del fango y se la dio para que se tapara.

Sylvia puso los ojos en blanco, desde la ventana.- Pírate, Edinger, ya ha acabado tu parte. A la próxima el novio de esta zarrapastrosa se lo pensará dos veces antes de intentar tocarme los cojones.- Se quitó el pelo de la cara con un movimiento de pelo Pantene muy poco acorde con la situación. Reid la miró con asco.- ¿EN SERIO? ¿Todo esto es por lo de la fiesta? ¿Y lo pagas CON ELLA?- Sylvia bufó. Ningún tío sabían a qué habían venido, sólo Yago. Ella había dejado una notita a los jugadores de fútbol informándoles de la fiesta y proponiendo atacarla con pintura, como si fuera alguien más del equipo que hubiera tenido la genial idea.

Reid negó con la cabeza y cogió las cosas de Electra de entre el barro.- Eres peor de lo que pensaba.- Tapó a Electra con su chaqueta gigante del instituto y le puso la mano en la espalda.- Vamos, te acompañaré a casa.

Electra estaba demasiado… llorona para discutir. Asintió mirando al suelo, sin que pareciera que hubiera escuchado nada de la conversación, como si sólo quisiera desaparecer. 

Se fueron alejando hasta desaparecer en la oscuridad de la noche. Sylvia sonreía con orgullo, sin sentir ni un poco de malestar. Ni arrepentimiento, ni pena. Sólo victoria. No tenía pensado qué pasaría después, ni las consecuencias de sus actos. Con suerte, Podmore volvería a trasladarse de instituto y Vulcan se quedara sin su amorcito. Cruzó los dedos.

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