Había
pasado una semana desde el incidente en casa de Sylvia, y las aguas parecían
haber vuelto a su cauce. Al menos relativamente. No es que hubieran llegado a
besarse. BUENO, VALE, SÍ, HABÍAN LLEGADO A BESARSE. Pero joder, sólo un poco,
no es que se hubieran dado el lote.
Básicamente
porque la hermana de Sylvia les había pillado de pleno PERO.
Ahora
cada vez que se veían huían el uno del otro. Habían sacado un 85% en el trabajo
y eso les bastaba a los dos. Parecía que el cabreo había desaparecido y había
sido reemplazado por una incomodidad palpable en el ambiente.
Natalie
había interrogado muchísimas veces a Sylvia, igual que Mordred le había
preguntado un par de veces a Vulcan ante su hosco silencio y sus gruñidos
cuando divisaba una melena rubia por los pasillos. Ninguno de los dos había
soltado prenda.
A
VER. Hay que entenderlos. Se habían. Besado. Él. Y ella. En plan. Vulcan el
friki de los ordenadores canadiense que no había tocado teta en la vida y que
tenía una novia novata más inocente que una niña de 8 años Y Sylvia la
animadora estúpida que estaba medio saliendo con el mejor amigo del friki
canadiense al que odiaba con todo su tiny heart.
Esas
cosas no se podían explicar. Ni nombrar, ni recordar siquiera. Sylvia había
pensado abandonarse a la bebida para olvidarlo, pero si empezaba a darle al
tequila probablemente acabaría en un vagón de tren rumbo Hogwarts bailando
encima de una mesa con un sujetador de pinchos y peleándose con retrasados
varios. Y no.
La
cosa volvió a alterarse un miércoles cualquiera…
Hagamos
los paralelismos:
Miércoles, 9:30
de la mañana, aseo de las chicas. Sylvia y Natalie.
-¡NATALIE!-
La puerta del aseo se abrió de un golpetazo y una Sylvia despeinada y bastante
radiante entró como un tornado.- ADIVINA.
Natalie,
que se estaba lavando las manos después de tomar su desayuno (dos uvas y un
sorbito de agua), se la quedó mirando con las cejas levantadas.- ¿Jazz te ha
pedido salir? ¿Tu madre te ha comprado un coche? ¿Tu cuñado ha cancelado la
boda? ¿Electra se ha roto el cuello? ¿Elie Saab ha sacado una nueva colección?-
Sylvia fue negando pregunta a pregunta y dio unas cuantas palmaditas mientras
botaba en el suelo. Luego pareció acordarse de algo.
Empezó
a abrir las puertas de los cubículos a patadas para asegurarse de que no había
nadie y, justo en el último, encontró a Aliche con una grabadora y una
libretita. AJÁ. Levantó las cejas y Aliche le sonrió, parpadeando con
inocencia.- Yo sólo estaba… em… tomando apuntes para… em… la receta… del
pastel… de Labores del Hogar… ya sabes… EJEJEJEJEJE.
Fiuuuuuuuum,
una Aliche voladora salió por la puerta del aseo y se estrelló contra la pared
de enfrente, a alguien se le cayó un café sobre su mochila y su portátil se fue
a tomar por culo. Espera, esos pompones que salieron volando…
Da
igual.
Sylvia
volvió a entrar al aseo espolsándose las manos y Natalie la miraba con el agua
cayéndole todavía sobre las manos, ya arrugadas como pasas. WTF. A veces Stahl
parecía recién salida del Wrestling. LA ENTERRADORA. Ya.
La
rubia carraspeó y le cerró el grifo a Natalie, que seguía mirándola con miedo a
moverse mucho, por si le arreaba.- No me mires así. Llevo una semana notando
que nos sigue a todas partes, ya me he acostumbrado a mirar antes de hablar en
algún sitio.- De ahí directa a la CIA, vamos.
Cogió
unos cuantos papeles y se los tendió a Natalie, que empezó a secarse las manos
sin apartar la vista de Sylvia. – Bueno, entonces… ¿qué pasa?- Tercera Guerra
Mundial. Lo veía. Pero la carita de felicidad de Sylvia…
Stahl
se quitó la mochila del hombro, la dejó encima del lavabo y sacó un cartel
arrugado que parecía haber arrancado de en medio de la calle.- THE BLACK KEYS
VIENEN A LA CIUDAD.- Acto seguido empezó a gritar como una descosida y a pegar
botes y a dar vueltas y casi se ahostia contra una puerta.
Natalie
no había oído hablar de ese grupo EN LA VIDA, o sea, ella era más de Patito Feo
y tal, pero vio la ocasión y.- NO JODAS, ES UNO DE MIS GRUPOS FAVORITOS.
TENEMOS QUE IR A ESE CONCIERTO. NO NOS LO PODEMOS PERDER.
Sylvia
paró en seco y la miró con una sonrisota.- Las entradas salieron a la venta
ayer. En acabar de clase, vamos a hacer cola para comprarlas.- Natalie tragó
saliva y asintió.
Adivinad
a quién le tocaría escuchar toda la discografía y empollarse letras de
canciones.
Miércoles, 9:35
de la mañana, pasillo frente al aseo de las chicas. Vulcan y Mordred.
Vulcan
se abrió paso a empujón limpio entre la muchedumbre, aguantándose el gorro como
mejor podía y sujetando un café ardiendo con la punta de los dedos. Había
salido huyendo de casa después de que su madre se enterara de en qué se había
gastado el dinero, PERO.
Llegó
hasta Mordred y lo cogió por detrás.- Tíotíotíotíotío, tengo notición.- Mordred
levantó las cejas y lo miró, adormilado.- El qué.- Preguntó pasivamente,
mientras se dejaba arrastrar por la multitud. Vulcan le sacudió ligeramente.-
¡Adivina!
Hunter
puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua.- ¿Electra te ha besssssado ssssin
ponersssse roja? ¿Electra te ha cogido de la mano ssssin reírsssssse por lo
bajo? ¿Te ha ensssssseñado las tetasssss? ¿TE HA ENSSSSSEÑADO LAS BUBISSSSSSSSS?-
PLOM, capón de Vulcan que despertó del todo a Mordred.- QUÉ DICES. Loco. Más
quisiera…- Se lamentó.
Abrió
la boca para darle la gran noticia, pero justo delante suya una animadora salió
volando por la puerta del aseo y se estrelló contra la pared. Vulcan juraría
que había visto una melena rubia desapareciendo por la rendija de la puerta y
gritó un ‘STAHL, ABORTAR MISIÓN’, sólo que con las prisas por huir
PLAAAAAAAAAAAS, se le cayó el café sobre el bolso abierto de Aliche. Donde
estaba su portátil, que empezó a chisporrotear.
-Oh
mierda. Oh mierda. Oh, mierda, mierda, mierda, mierda.- Aliche levantó la
mirada y la cara se le descompuso de rabia.- ¡TÚ!- Oh dios, daba más miedo que
MorganNo, mentira, no daba más miedo que Morgana. Nada daba más miedo que
Morgana. Bueno, sí, Morgana recién levantada, con la regla y de resaca. De
repente sintió compasión por Mordred.
Pero
no tenía tiempo para sentir compasión por Mordred, ya que Aliche había empezado
a gritar enfurecida y - ¡CORRE!- Empezó a empujar a Mordred por la multitud
para huir de esa animadora histérica. Notó cómo algo le caía en la cabeza, pero
no tuvo tiempo de investigar lo que era.
Corrieron
hasta llegar a la cafetería, donde se sentaron, exhaustos, en la mesa de
siempre, la más apartada y escondida. Ya allí, Vulcan se tocó la cabeza y…-
Mordred, explícame por qué tengo un pompón a modo de sombrero.- Se lo quitó y
lo dejó a su lado, mirándolo con aprensión. Joder, ese café le había costado un
artículo del GB criticándolo hasta la muerte. Pero…
-Vale,
colega, mira lo que tengo.- Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó
dos entradas de color marrón con las letras negras.- ¡Las primeras entradas
para el concierto de The Black Keys en la ciudad! Estuve dos horas haciendo
cola- en realidad fueron diez minutos- pero conseguí las primeras antes de que
se agotasen- en realidad dudaba de que las entradas se agotaran.
Mordred
entrecerró los ojos y miró las entradas con sospecha.- ¿Y Electra?- Ah. Ya.
Vulcan puso los ojos en blanco.- Últimamente está muy rara. Me ha dicho que no
le gustan las multitudes y que me lo pase bien en el concierto.- Se encogió de
hombros. Al fin y al cabo ya sabía que las cosas con Electra estaban un poco
jodidas, pero había confiado en poder arreglarlas en el concierto.
Al
menos iría con su novio Mordred, unidos por el hilo de El Mal por eones y eones
de generaciones incestuosas.
***
No
se lo podía creeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer. Era sábado (porque me gusta hacer saltos
temporales de la hostia) y estaba ya en el recinto con Natalie. Y por recinto
digo una sala más o menos pequeña y algo cochambrosa, pero no pasaba nada. Diez
de la noche. Tres horas de arreglos. Reescuchar CDs antiguos. Llevárselos todos
en una mochila para luego acosar a los miembros del grupo y que firmaran. La
libretita para los autógrafos. El instagram del móvil pa’ hacer instafotos
instafantásticas. TODO PERFECTO.
~
Arrastró
a Mordred entre la multitud. Todavía quedaba media hora hasta que empezara el
concierto, pero la gente ya empezaba a coger posiciones y él pensaba estar en
la primera fila. Esperó pacientemente más o menos por en medio y se puso a
mirar a su alrededor. Le dio un codazo a Mordred.- Mira qué tía.- Le susurró,
señalando una cabellera rubia que estaba de espaldas a ellos.- No ssse le ve la
cara.- Se quejó Hunter, mientras se ponía de puntillas para intentar ver un
poco mejor. Vulcan puso los ojos en blanco.- EL CULO, Mordred, EL CULO. MÍRALE
EL CULO. EL. CULO.
Mordred
pareció entenderlo y se quedó mirando. Se encogió de hombros.- Me gussta más la
que esssstá al lado.- Al lado había una chica delgaducha con un vestidito
blanco que parecía no encajar muy bien allí. Vulcan puso los ojos en blanco.-
Allá tú. Vamos a pasar más adelante.- Cejas, cejas. Qué. Mirar no era
infidelidad.
Se
acercó a las primeras filas, tirando a Mordred tras de sí, que gruñía diciendo
noséqué de ‘te han echado droga en la cerveza’ (cosa que dudaba, porque el
único que los drogaba era Jazz y no estaba allí) y se situó detrás de las
nenas.
Espera,
era un concierto. Hm. Sin querer, le dio un empujón a la rubia.- Uy, lo
siento.- Farfulló, como si hubiera sido sin querer. La chica se dio la vuelta,
susurrando un ‘no pasa nadQUÉ COÑO’.
NO
SE VEÍA VENIR. QUÉ VA. Efecto sorpresa.
Pero
esa tía no parecía Sylvia. Estaba tan acostumbrado a verla con falditas rosas y
el uniforme de animadora que… que… la examinó de arriba abajo sin cortarse un
pelo. Vaqueros ajustados con aspecto de viejunos y algunas roturas, una
camiseta de The Black Keys de tirantes cortada que dejaba a la vista su
ombligo, el pelo ondulado que le caía desenfadadamente… ¿ERA SOMBRA DE OJOS
NEGRA LO QUE LLEVABA?
Oye
pues estaba guapNO, VULCAN. NO. Se quedó boquiabierto, con Sylvia mirándole
acojonada, Natalie con cara de ‘oh dios’ y Mordred examinando con ojo crítico
el vestidito blanco que lucía Natalie, como si no supiera muy bien qué hacía
ahí. El blanco le daba alergia o algo por el estilo. Sería que se manchaba
rápido con la sangre de las vírgenes de las que se alimentaba.
Tras
unos treinta segundos de reflexión en los que Vulcan intentaba alejar la idea
de que había elogiado el culo de Stahl de su cabeza y Sylvia intentaba
encontrar una excusa para salir por patas de allí, Mordred abrió la boca y le
susurró a Vulcan un ‘huyamosssssss antessss de que nosss pongan lazossss’.
Pero
no. Ya tardó Sylvia en abrir la boca.- ¿Qué hacéis vosotros aquí?- Preguntó con
tono de estar mosqueada. ¿Mosqueada, ella? Mosqueada él. Ése era su hábitat, no
el de una niña rica y pija.- La pregunta es QUÉ HACES TÚ AQUÍ, Stahl.- La rubia
abrió la boca como una muñeca hinchable.
-¿Peeeeeeeeeeerrdonaaaaa?
Tengo derecho a venir al concierto de mi grupo favorito, VANE.- Replicó con
asco. Vulcan se cruzó de brazos.- Resulta que es MI grupo favorito y no te doy
permiso para estar aquí así que puedes largarte. Shushu.- Le echó aire con la
mano y Sylvia se la quitó de delante de un manotazo.- A mí no me vaciles, que
eres un… un… un… SINISTER KID.- No es que le hubiera llamado Sinister Kid,
cofcof, es que habían empezado a sonar los acordes, pero Vulcan no parecía
haberse dado cuenta.
Levantó
las cejas.- ¿Eso es un insulto, Stahl? Tú eres una psicótica. PSYCHOTIC GIRL,
ERES UNA PSYCHOTIC GIRL.- Eso, hablemos en jerga, seguro que Natalie y Mordred
se estaban enterando de todo. Sylvia cogió aire, indignada.- YO. NO SOY. UNA
PSYCHOTIC GIRL. SOY MUY DIGNA.- Vulcan empezó a reírse.- No lo eres.
Para
entonces los acordes de la canción que empezaba hicieron a los cuatro girarse
hacia el escenario. Sylvia miró de reojo a Vulcan, cogió a Natalie de la muñeca
y corrió hacia las primera filas, dándole un empujón a Vane en el camino y casi
tirándolo al suelo. Maldita animadora histérica.
El
concierto se dividió en beber cervezas de procedencia dudosa y cantar las
canciones como gilipollas, a grito pelado e inventándose la letra cuando no se
acordaban. Sin embargo Vulcan no podía evitar girar la cabeza ligeramente hacia
la derecha, donde veía a Sylvia saltar como una más y cantar como si se supiera
las letras de pe a pa. Nadie que la viera allí creería jamás que era una
animadora estirada y estúpida.
Lo
peor es que le gustó esa faceta de Sylvia, la desenfadada que bebía cerveza
caliente, que pegaba empujones y no estaba pendiente de su pelo cada dos por
tres. Que le pasaba los botellines a Natalie cada 10 minutos como si no tuviera
fondo y a la que, de vez en cuando, sorprendía mirando en su dirección y le
tocaba apartar la vista violentamente.
~
El
concierto llegaba a su fin y Sylvia disfrutaba como una enana. Ya suponía que
Natalie no sabía dónde se había metido, porque estaba recta como un palo a su
lado, mirando a su alrededor e intentando no tocar mucho a la gente, pero no
tuvo más remedio que ignorarla. Pegó saltos, recibió pisotones, juraría que un
par de cerdos le habían tocado el culo…
Última
canción. Too Afraid To Love You. Pos
ole. Su puta estampa. Se tensó como un palo y, por alguna extraña razón que
NADIE sabe explicar, giró la cabeza automáticamente hacia la izquierda. Vulcan
estaba en la primera fila, tenso y con una máscara indescifrable en la cara. Justo
cuando empezó a sonar la canción giró la cabeza y sus miradas se encontraron.
Boom.
Boom.
Boom.
Hubo
un cortocircuito en los cerebros de ambos, saltaron chispas y se quedaron
parados. Sylvia tragó saliva y Vulcan carraspeó, sin apartar la mirada el uno
del otro. A qué venía eso. A santo de
qué. Natalie pareció notar esas miradas y ¡ups! Le arreó un empujón a Sylvia,
que rompió el contacto visual para intentar agarrarse a la verja y no pegarse
la hostia del siglo. Cuando volvió a mirar hacia Vulcan, él se miraba los pies,
con los nervios de la mandíbula crispados y terriblemente ruborizado.
Cuando
el concierto acabó, Sylvia estaba mareada. Juraría que esa cerveza no era
normal. Un par de chicos se interpusieron en su camino justo cuando estaba a
punto de alcanzar la puerta del baño para echarse agua en la cara.- ¿Vas a
alguna parte, monada?
…
venga. Ni de coña. Carraspeó e intentó que no se notara mucho que había
empezado a temblar.- Sí.- Intentó pasar entre los dos a empujones, pero no se movieron ni un centímetro. Uno de
ellos le sonrió y levantó la mano, como si fuera a acariciarle el pómulo.-
Vente a una fiesta privada con nosotros. Tenemos coca.- QUÉ. ¿Le habían visto
cara de yonkie? No volvía a pintarse los ojos de negro jamás.
Abrió
la boca para responder cuando notó que un brazo le rodeaba los hombros. Se dio
la vuelta para empujar al gilipollas que fuera que se había atrevido a tocarla
y se quedó de piedra al ver que era Vane. WTF. WTF WTF WTF.- Eh, tíos, está
conmigo.- Dijo de forma amenazante. Era gracioso ver a Vane intentando
ayudarla. Sería más alto que ellos dos, pero era un palo de escoba digno de
representar a Jack Skeleton.
Los
tíos se miraron y empezaron a reírse.- Tu titi quiere venirse con nosotros,
amigo.- Vulcan levantó las cejas.- No lo creo.- Y, sin decir ni pío, le rompió
un botellín de cristal a uno de los pavos en la cabeza, que le hizo tambalear
mientras se sujetaba un corte en toda la frente que sangraba copiosamente.
Con
la sorpresa, aprovechó para arrearle una patada al otro entre las piernas.
Sylvia se dio cuenta de que llevaba botas militares. Vale, chico listo, ir con
botas militares a un concierto con la excusa de ‘pisa antes de que te pisen’.
Vulcan
la cogió de la mano.- Corre.- Le susurró, antes de empezar a tirar de ella
hacia la salida. Por lo visto la cerveza NO era normal, porque entre que él iba
haciendo eses y ella veía colorines... Por el rabillo del ojo vio a Mordred
corriendo detrás de Natalie mientras gritaba ‘MI VAMPIRRRRRRRRITAA, QUIERO
VERTE LAS ENAGUASSSSSSSSSSS’, y Natalie salía por patas gritando noséqué de ajo
y una cruz. Pero no pensó en avisar a Natalie decirle que estaba fuera. Ella
corría fuera del local, hasta un callejón oscuro. Anda que de Guatemal a
Guatepeor.
Sólo
pararon cuando estuvieron seguros de que no los seguían. Se quedaron frente a
frente y recuperando el aliento, entre miradas entrecortadas y nubecillas de
vaho. La carrera les había despejado la cabeza y ahora intentaban pensar qué
hacer.
Sylvia
se apartó un mechón de pelo con nerviosismo y levantó la mirada.- Muchas
gracias por… lo de antes. No tenías por qué hacerlo.- Vulcan asintió lentamente
y le dirigió una sonrisa torcida.- Te debía una. Por lo de la playa.- Se limitó
a decir. Sylvia asintió y se miró los pies.
Vale,
cortocircuito.
Fue
la cerveza. En serio. Ella no quería pero. En menos de 10 segundos había dado
un paso hacia Vulcan y había posado sus labios sobre los del chico. Mierda.
Mierda. Se separó, ruborizada y farfullando perdones, pero Vulcan la agarró de
la cintura y la acercó a él para besarla de nuevo.
Sería
un error, una gilipollez, de todo, pero. Bueno, sí, de hecho lo era, sin peros.
El
beso era intenso y extraño, como si su función fuera descargar toda la energía
acumulada entre ellos y que ahora mismo corría por sus venas, creándoles
escalofríos y obligándoles a pegar más sus labios, como si no pudieran
respirar.
De
hecho, no podían respirar.
Tras
un tiempo, se separaron unos milímetros y tomaron aire. Sylvia se mordió el
labio y Vulcan cerró los ojos, sin soltar su agarre.- Deberíamos irnos.-
Susurró Sylvia, siendo consciente de que no tenía la más mínima gana de volver
con Natalie a casa. Vulcan asintió y se separó de ella a regañadientes.
Cuando
el calor del cuerpo de Vulcan dejó de envolverla fue cuando se dio cuenta del
frío que tenía. Vulcan se quitó la chaqueta mugrienta y se la puso alrededor de
los hombros.- Natalie está en la puerta, dile que la estabas con los del
grupo.- Mejor, que pensara él por ella.
Sylvia
asintió y no dio ni dos pasos antes de notar la mano de Vulcan agarrándole la
muñeca para volver a acercarla y besarla intensamente a modo de despedida. Unos
segundos después se separaron entre miradas y sonrisas y Sylvia fue al
encuentro de Natalie, perjurándole que estaba ruborizada por haber conocido al
cantante.